… y aparte.
Y aquí realmente debemos hacer un punto y aparte, porque entramos en una nueva dimensión de la puntuación.
Los signos que hemos visto hasta el momento (la coma, el punto y coma, los dos puntos y los paréntesis) administran relaciones en el interior de un texto, pero el punto y aparte crea la propia arquitectura de la página.
El punto y aparte no se distingue en sí mismo del punto y seguido: en realidad podríamos definirlo como un punto seguido de espacio. Lo que voy a decir inmediatamente puede parecer extraño, pero es cierto: el espacio en blanco es un signo más de puntuación. De hecho, una de las primeras formas de ‘puntuación’ no fue otra que el separar en líneas los fragmentos de texto con significación autónoma. Aunque probablemente fuera ya un uso latino, lo puso en práctica san Jerónimo (siglo IV) al traducir algunos libros de la Biblia.
La prueba moderna de que el espacio es un tipo de puntuación es que funciona por sí mismo. Así hemos introducido subdivisiones dentro de los capítulos de este libro.
El punto y aparte afecta a dos frases: la que cierra (a la que añade un blanco en el resto de la línea), y la siguiente (a la que dota de un sangrado, o pequeña indentación en el margen izquierdo.
Hay un tipo especial de punto y aparte, que es aquel en el que termina una obra. El punto final (que algunos llaman punto y final) no presenta ningún rasgo intrínseco que le distinga del punto y aparte. Sabemos que hemos llegado al punto final del libro porque aparece la palabra Fin, o, porque está seguido por páginas en blanco, índices…
(Del libro: “Perdón, imposible. Guía de para una puntuación más rica y consciente”. José Antonio Millán. Editorial RBA).