Reto 1: el cubo de Rubik.

“Chicos, vamos a aprender a resolver el cubo de Rubik”.

“Chicos, vamos a aprender a resolver el cubo de Rubik”, les dije un lunes al empezar la clase.
“Qué es eso profe?”, dijo un alumno.
“El cubo de colores ese que es imposible de resolver”, replicó otro.
“Exacto, pero no es tan difícil si sabes cómo. En eso nos vamos a centrar, en resolver las cosas sin fijarnos en su dificultad”.

Les pedí que se compraran uno y que al día siguiente se presentaran con él en clase.

El primer día fue el de los lamentos y quejas: “Profe, esto no lo puedo hacer”, “No me siento capaz, es muy difícil”, “Imposible, por qué nos obligas a hacer esto?”… Sabía que si conseguía mantener la atención hasta el segundo día las cosas cambiarían. Y así fue, de hecho me llegaron dos alumnos que ya conseguían hacerlo de manera independiente, sin tener que mirar los algoritmos en el ordenador.

Según iban pasando las horas se iban añadiendo más chicos al grupo de los que sabían resolverlo. Puedo decir que después de 4 días, un 90% de los alumnos presumen de conocer los entresijos del cubo de Rubik y logran completar las seis caras de cada color.

Sólo con verles la cara de satisfacción al completar el cubo comprendí que, aparte de los distintos aspectos que trabajamos: aprendizaje de algoritmos, conocimiento espacial, análisis de problemas, etc. estábamos elevando la autoestima.

“Profe, en el tren me ha preguntado una chica si sabía resolverlo”, “Me lo llevo al gimnasio para practicar allí”, “De mis amigos soy el único que sé hacerlo”, … De hecho se ha vuelto un compañero de tiempos muertos y lo llevan casi siempre encima.

Esta semana, por ser la semana del libro, estamos con otro reto: leer un libro por placer.