Hablando de letras de ayer y hoy (2)

Romanas, neoclásicas, egipcias y de palo seco.

Clarendon

Las obras de arte más grandes de la historia de la tipografía están en alguno de los siguientes cuatro modelos o familias tipográficas, segunda parte.

Egipcias (Clarendon)
La tercera rama del árbol de la tipografía se llama “egipcia”, en memoria de dos campañas contemporáneas realizadas en las tierras entonces ignotas de Egipto: la arqueológica de Champollion y la militar de Napoleón.

Curiosamente, a principios del siglo XIX, mientras Robert Thorne diseñaba las primeras tipografías “egipcias” en su fundición londinense, ciertamente insólitas, Mary Wollstonecraft Shelley escribía el también insólito Frankenstein o el moderno Prometeo, durante una estancia en Suiza.

El hecho de respirar ambos el mismo romanticismo exaltado, añadido al pintoresco antropomorfismo del diseño tipográfico, permite aplicar a los experimentos de las “egipcias” el párrafo con el cual el doctor Frankenstein justificaba su creación aberrante, como las que fundían en la factoría Thorne, diciendo que sus miembros eran proporcionados y le había seleccionado unos rasgos bellos… ¿Bellos?

En efecto, las “egipcias” eran extrañas criaturas hechas metodológicamente, con miembros “proporcionados” -brazos, hombros, pies, ojos y orejas, espolones y colas (porque las partes de las letras se llaman así)-, pero no parecían a nada conocido. Como el monstruo de Frankenstein popularizado el cine de Hollywood, el romanticismo consiguió integrar en la sociedad de la información y la comunicación, como si nada, la Clarendon.

Una obra de arte, por cierto, de la que podemos disfrutar sin miedo a los monstruos, implantada en los logotipos Rolex, Volvo, Hermés, Honda, Sony, Seiko, y en la cabecera del los periódicos El País y El Mundo.

Palo seco (Futura)
Para acabar, en la cuarta rama del árbol de la tipografía, las últimas obras de arte más grandes se han hecho con el tipo llamado de “palo” o “palo seco” en honor a su aspecto un tanto rústico.

Uno de los primeros en destacarlas fue el arquitecto vienés Adolf Loos, una de las voces más ácidas -y al mismo tiempo más lúcidas- de la arquitectura moderna, que, viendo en el ornamento la yesca del pecado, escribió algunos textos críticos sobre la tipografía decadente modernista (especialmente las vienesas de Otto Eckmann y de la escuela de Otto Wagner) y los buenos tipos sin adornar (se refería, vanguardista en todo, al tipo de palo del americano William A. Bradley), publicados en el famoso libreto Ornamento y delito.

Ahora bien, aunque el establecimiento de las condiciones críticas favorables al diseño de letras de “palo”, sin ornamentos de ningún tipo, los orígenes de la tipografía Futura -la reina del “palo seco”- son oscuros como las leyendas populares.

Verdaderamente, la Futura fue la imagen más característica del periodo racionalista y el testimonio más severo del nivel intelectual de la Alemania de los años veinte.

En fin, es una obra de arte que ha bajado del pedestal de la vanguardia y hoy la encontramos implantada en los logotipos Volkswagen, Chanel, Philips, Omega, Vuiton, Steinway, Yahaha, Toyota y Benetton.

(Del libro “El arte escondido en las letras de la imprenta”. Enric Satúe).

Autor: El Blog de TEIDE-HEASE

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