Budapest: mis primeras dos semanas por Ricardo Antón.
En el momento de coger el vuelo en dirección a la ciudad en la que iba a vivir los siguientes 3 meses, tenía una mezcla de sentimientos: estaba emocionado, tenía muchísimas ganas de despegar, deseaba que el viaje fuese corto, quería llegar cuanto antes allí, y empezar a trabajar y a descubrir mundo.
Por otra parte, estaba bastante nervioso, iba a una ciudad totalmente desconocida con un idioma desconocido y sin conocer a nadie, exceptuando mi compañero de piso.
En el momento del aterrizaje, fue cuando me di cuenta de que la tensión se había desvanecido y que, por fin, ya estaba en Budapest.
Nos recogió una compañera de trabajo y en el aeropuerto cambiamos 5 euros cada uno a florines, que es la moneda que se usa aquí. Ella nos presentó a András, nuestro tutor, que nos llevó a nuestro piso. Como aterrizamos bastante tarde, cuando estábamos conociendo a András, nos entraron ganas de cenar, pero sólo habíamos cambiado 5 euros y ya habíamos comprado un ticket de bus y otro de metro cada uno, y a esas horas todas las oficinas de cambio estaban cerradas.
Nuestra sorpresa fue cuando András dijo que no había problema, que podíamos cenar perfectamente con las sobras. En la misma estación de tren de donde estaba nuestro piso (de hecho, lo hay en casi todas las estaciones), hay varios comercios de comida rápida. Aun así, con el poco dinero que teníamos, pudimos cenar unos trozos de pizza, lo suficientemente grandes como para, no saciarnos, pero sí llenarnos la barriga durante toda la noche. Ahí fue cuando nos dimos cuenta de lo barato que es Budapest.
Durante los siguientes días conocimos a nuestros compañeros de trabajo y, hablando con ellos, nos dimos cuenta que nuestro inglés era bastante forzado. También aprovechamos para conocer nuestro “barrio” y algunos alrededores. Uno de esos días de turismo, descubrimos al lado de una iglesia que despertó nuestro interés, un bar que tenía buena pinta. Nada más entrar, el camarero vino a hablar con nosotros (al darse cuenta de que no sabíamos húngaro hablaba con nosotros en un perfecto inglés) nos preguntó de dónde éramos, qué hacíamos allí, etc.
Ya que el camarero era majísimo, decidimos bajar a ver los partidos de Champions a ese bar. Y allí comprobamos que no sólo el camarero era majo, sino la mayoría de la gente con la que hablábamos (muchos húngaros saben inglés, por lo que puedes comunicarte perfectamente con mucha gente). Además, el precio de las consumiciones aquí son la mitad (o incluso menos) que en España.
También hemos hecho varias “excursiones”, fuimos a conocer algunas zonas de Budapest, como Buda (la zona opuesta de donde nosotros vivimos), un sitio con unas vistas increíbles de todo Budapest. También visitamos con los amigos que hicimos en la empresa un par de Ruin Pubs, que son bares decorados de forma bastante surrealista.
Respecto al trabajo, la primera semana estuve un poco perdido, no dominaba el inglés y me costaba expresarme… pero a día de hoy tengo la sensación de haber mejorado mucho en el idioma, y ya estoy ubicado dentro de la empresa y conozco las tareas a mí cargo.
A día de hoy, siento que estoy disfrutando mucho de mi estancia aquí, y eso que solo llevo dos semanas. Me compré una pelota de baloncesto (de buena calidad y barata, como casi todo aquí) y me bajo a una cancha con vistas maravillosas a jugar yo solo, ya que mi compañero está lesionado. Casi siempre acabo jugando con alguien, los húngaros son muy sociables. Además, como ya he comentado con anterioridad, tienen un nivel de inglés suficiente como para mantener una conversación normal contigo.
Estoy deseando que pase el tiempo para poder disfrutar de todos los placeres que esta ciudad me da, pero por otro lado no quiero que pase; no quiero volver a Madrid tan pronto. Lo que sí tengo claro es que mi estancia aquí va a merecer muchísimo la pena y voy a aprender un montón de cosas nuevas y a conocer un montón de gente de otras culturas distintas a la mía.